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Mostrando entradas de julio, 2021

La casa de los sarmientos

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       Se llamaba María.  La recuerdo desde que tengo uso de razón, sentada en el poyo de nuestra casa, vestida de negro, el pelo ceniciento recogido en un moño alto y escaso, camisa negra o gris, una larga saya oscura bajo la que se intuían sus piernas huesudas,  una mano reposando en el regazo y con la otra alisándose los cabellos  desde la frente y las sienes hacia el moño.   El verano en el que nos ofreció su casa para ver la tele durante la siesta, porque la nuestra, un viejo trasto en blanco y negro, dejó de funcionar, ese fue, para mí, el verano en el que tomé conciencia de su existencia.   Ya entonces me pareció que hablaba sola, incluso que se permitía gesticular como si nadie pudiese reparar en ello, ajena a nuestras miradas y al trasiego de la calle.  Regresábamos al pueblo cada año a mediados de agosto, el coche atestado de maletas y bolsos, apiñados los cuatro en la parte de atrás esquivando nuestros codazos en silencio.   Y antes de aparcar en la puerta de casa, desde la