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Mostrando entradas de marzo, 2020

De tripas corazón

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    De los fantasmas no se habla porque aquello que no se menciona no existe.  Desde que el viejo patrón fuera enterrado su nombre pasó al más absoluto de los ostracismos.   Sin apenas duelo y la ausencia de mujeres en la familia que guardaran luto por él quedó reducida su partida al otro mundo a  la habitación donde dormía, con todas sus cosas guardadas bajo llave y las ventanas cerradas a cal y canto.    Las primeras noches no hubo un alma que encontrase descanso en la casona;  entre golpes y llantos bañados en alcohol su hijo se despidió de él a su manera,  con un visceral reproche por la falta de afecto, la vida regalada y consentida.   Lleno de odio hacia quien supo hacerse respetar por todos menos por su propio hijo, hacia un padre del que jamás había recibido un beso o una caricia.  Así le despidió: sin afectos y con furia.      La cuarta noche, borracho y delirante a partes iguales, rompió el retrato  de su padre que presidía la chimenea del salón de invierno y lloró enco

Derivas...

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          Porque no son más que hilos a la deriva, a la espera de ir tomando forma...     El coche se detuvo en el instante en que me dijo "te quiero".  Y desde ese momento siento el mundo moverse bajo mis pies en una ausencia constante de equilibrio...     No fue la lentitud con la que las aguas volvieron a su cauce, sino la indulgencia con que contabilizaron el reguero de cadáveres que el deshielo de la dictadura dejó tras de sí...      Llegaron durante la siesta disfrazados de sueños y se quedaron hasta controlar incluso los desvelos...     Desearte y odiar al mismo tiempo, que de nada me ha de servir negarte; férreo mi corazón quiere sufrirte sin hallar templanza o el ardor sosiego. Ya no hay remedio, salvación posible.      Despreció sus besos porque no sabían a nada.  ¡Insolente! Cayó al instante rendido al paraíso que halló entre sus piernas... De hielo vienes y amanecer distante,  horas eternas... Elena

Día Mundial de la Poesía.

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    Y cuando menos te lo esperas... te desborda el  tiempo, anhelamos un beso, un café, un abrazo.   Siempre,  y solo siempre,  cuando menos te lo esperas.        La calma El gallo de la veleta, que voltea, que nos mira. El brillo que traen tus ojos, que iluminan, que acarician. Que la brisa detenga el tiempo, bajo este cielo estrellado y ma ñana   habrá   otro   día , a ún   con   cielos   de   barro. El gallo de la veleta no habr á   de   contarle   a   nadie. Ser á   testigo   callado, mudo, de cuantos miedos nos rielan,  de todo cuanto digamos. B áilame   el   aire, abr ázame   el   alma. Despiértame  la   risa, trae la calma.                                                                       Elena Molano Gil