Lo que perdimos
Poemario publicado en la Antología "Encuentros y luces" del III Certamen Literario de Relato y Poesía de Encinas Reales.
I. Maldiciones
Desde el quicio de esta añosa puerta, la tuya,
he vuelto a ver el sol ponerse, discreto,
y en mi mano, cual tesoro, la llave
de la casina que antaño fuera un hogar, el nuestro.
Malditas las aguas que tu cuerpo velan,
ese hondón oscuro que nos separa.
Maldito el barrunto, maldita el ansia de esperar
a que el doctor llegara.
Entre el llanto de la nueva vida que naciera
te fuiste silenciosa, sin despedirte
dejándome una hija en los brazos,
miedo por vez primera y por tu ausencia respeto.
II. Barrunto
No hubo tiempo de mudarte, ya lo siento.
Vinieron a las malas, con el poder que otorga el dinero,
y yo padre y viudo, muerto en vida
con la pequeña en brazos, sin saber,
ebrio de pena día y noche , aprendiendo.
Qué mal barrunto trajeron, que se vayan,
que ni siquiera lo mencionen, que no sea,
que nadie me hable del pantano, de lo bueno
que será para nuestras tierras.
¡Que callen! ¡Que no se atrevan!
III. Tú
Sobre tu cuerpo no ha de haber, querida mía
otra cosa que no sean flores,
olor a jara y tomillo, retamas y galaperos,
la paz del campo donde creciste,
tú en eterna primavera.
Letanía
En sintiéndome estoy que no t’olvío,
que ni el tiempo tu recuerdo calma,
y jimplo como cuando era crío
a vel si la’h lágrima’h t’espantan.
IV. Lo que perdimos
En un carro tirado por bueyes, así partimos.
Apenas la cama y dos baúles, sin tus macetas,
las llares quedaron en la cocina, hasta las trébedes
porque estaban viejas.
Entre la prisa a medias se quedó un gazpacho
olvidado en la alacena, tu preferido,
el de poleos con agua de la Fuente Nueva.
Y crecieron las aguas como la mala hierba
tragándose el Camposanto, la Ermita del Cristo,
la fuente de Valhondo, las viñas, la era.
Y tú dormida en el fondo del pantano frío,
y yo, maldiciendo a un dios
si es que de verdad lo hubiera.
V. La despedida
Vengo a verte cada año sin faltar a mi promesa,
a sentarme en el quicio de la puerta y a contarte
que la vida ha sido pelear y recordarte,
nunca bajo este mar de agua dulce, sino lozana,
en el lavadero, en la cocina, en nuestra cama.
Sospecho que me ronda la noche,
barrunto que mi hora está cercana.
No habrá mas flores en el quicio,
que no le quede a ella ese cargo, que no ,
que no mire más este pantano,
que no se cobre también sus lágrimas.
Las mías… ya fueron.
Letanía
En sintiéndome estoy que no t’olvío,
que ni el tiempo tu recuerdo calma,
y jimplo como cuando era crío
a vel si la’h lágrima’h t’espantan.
R. Elena Molano Gil.
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