Microrrelato III



Con lo puesto

    Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado obtenía una sonrisa y un gorjeo ininteligible.  Uno por semana, certificado y con acuse de recibo, que se negaba a recoger de las manos del cartero. Cerraba la puerta con el corazón en la boca y le espiaba tras la mirilla garabatear en el maldito sobre, porque con cada aviso de desahucio veía desvanecerse los rincones de su hogar.
  La semana pasada embaló los restos del salón, apilados ahora al final del pasillo con todo lo demás: mobiliario, fotos, recuerdos...  Ambas partieron con lo puesto: tres mudas, un par de biberones y media docena de pañales.


E. Molano Gil

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